lunes, 16 de abril de 2012
Oportunidad
Extraigo el silencio, como el néctar de substancia pensada.
Busco en ello la alianza con mi mismidad.
No hago aspavientos, aunque lo escampo y saco a ventilar.
No somos nada, si la mirada de los demás no nos devuelve visibilidad.
Es necesario sentirse parte de la humanidad.
Para ello, rasgar el manto y clamar, porque la injusticia no deja de aplacar. Es algo ineludible desde ese ser y estar.
Miradas, de soslayo, evaden hacer frente a la afrenta del desahucio y privación de mínimos, que a muchos les ha tocado.
Sales a la calle y ves que nada es igual. La desconfianza y el miedo se van asentando.
No es extraño. Es lo que el sistema ha amamantado para manipular.
Al tiempo, no ignoras sus desmanes y abusos.
Lo sabes y eso quiebra tu voluntad.
Quisieras lanzarte contra esa ignominia y cambiar el rumbo de las cosas que ves se aproximan al abismo, decantando, para deslizar en su inclinado trazo a quienes, despojados, no tienen amarre y pierden las fuerzas que les harían volar.
Han puesto en marcha la máquina moledora que machaca la esencia de una esperanza perdida.
No hay futuro para el padre y la madre que, con sus manos vacías, ven los ojos hambrientos de su prole.
Ser niño, de uno u otro hogar, no vale lo mismo.
Eso es una gran injusticia.
Todo ser vivo, en su nacimiento, debería tener la misma oportunidad.
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